Hace mucho que no escribo, no es que no hayan pasado cosas, los sucesos de los últimos meses dan para páginas y páginas enteras, pero, si te soy sincera, es que no me apetecía. Tal vez la situación actual es tan deprimente que no sé ni por dónde empezar. Y con este borrascoso estado de ánimo me puse esta mañana a echar un vistazo a una revista de las que antes llamaban de “evasión” (encantador eufemismo). Pero, por supuesto, de las finas, nada de mal gusto ni vulgaridades. Por cierto que no me di cuenta, hasta que había terminado que la revista era de hace una semana… bueno, ¡cómo si eso importase!
Para mi sorpresa, constato que no conozco a casi nadie. Pero no importa, me empapo de la actualidad rosa para estar al tanto de los vaivenes cardíacos. Me encuentro a los duques de Cambridge, una pareja que me deja bastante indiferente pero que, según tengo entendido, levanta pasiones; compruebo que a él le van creciendo la frente y la coronilla al unísono en detrimento del pelo, al tiempo que ella aprieta los dientes en cada fotografía de tal modo que me parece oír el chasquido de rotura, relájate un poco Kate. Parece ser que van a ser papás, enhorabuena. Me imagino que durante unos meses seguiremos las vicisitudes del embarazo de forma puntual. Y me pregunto si no se producirá un “overbooking” de herederos al trono británico habida cuenta de la longevidad de la actual monarca.
Unas páginas después me encuentro con el empalagoso tándem Shakira – Pique. Otros que amenazan con hacernos partícipes de su embarazo minuto a minuto. Glub. Sigo pasando hojas, en distintos “reportajes” dos señoritas, una rubia y la otra un poco menos, ambas muy altas, muy delgadas y muy monas pasean con sus hijos. Ni idea de quienes son, pero se ve que es muy importante la noticia. Incluso soy informada de que la menos rubia ha jugado en el parque con su vástago. La más rubia, en cambio, se limita a ir de compras.
Veo a Josemi Rodríguez-Sieiro (a él le conozco por el programa de Carlos Herrera) posando con una marquesa en no sé qué sarao en el que subastan algo. Sorpresa, se ha dejado crecer el pelo. También me cuentan que Kitín de Bulgaria (ni idea de quién es este señor) lleva un nuevo look. Pues bueno. Más páginas. Veo a una princesa rubia que posa junto al mar y a la hija de otra, concretamente de Carolina de Mónaco, que participa en un concurso hípico vestida de india (lo juro) y que llora porque su puntuación ha sido una birria. Hay jurados que no tienen corazón.
Varias hojas después, me encuentro con unas cuantas “casitas” de la duquesa de Alba, pero prefiero pasar página porque se me hincha la vena. Se supone que me estoy evadiendo, no me quiero indignar. Así que aterrizo en distintas galas benéficas, de premios, etc. en las que aparecen los mismos de siempre, haciendo lo mismo de siempre en esa cosa incomprensible para mi que se denomina photocall. No conozco a muchos de ellos, bueno, rectifico, no sé a qué se dedican muchos de ellos, aparte de posar en el photocall, tal vez eso es una profesión y yo no me he enterado. Veo a varios Bosé, a la tal Carmen Lomana, a un Ricardo Bofill que parece haberse multiplicado varias veces por si mismo, a una Ana Torroja que si no es porque leo el nombre debajo ni idea de quién es… buff ¡qué pereza! Como veo que no está la Pataky con su torsión imposible de cuello y espalda, me aburro y lo dejo.
Prosigo. Aterrizo en el enésimo reportaje sobre Audrey Hepburn, esto ya empieza a cansar. Veo varias fotos de la reina Isabel, parece ser que han editado un libro para celebrar el 60 aniversario de su llegada al trono (lo que te digo, y los herederos acumulándose). Curioso. En una foto de joven me recuerda a Amy Winhouse. Llego a una sección de moda en la que una señorita que, por lo que veo, domina muy bien el inglés, se afana en analizar varios vestidos para cebarse con sus defectos. También una experta en belleza, o algo así, nos cuenta lo bien que maquilla a las famosas y nos dice que Ana Obregón debería dejarse crecer las cejas (Sic.)
Después de leer esto y ver a una modelo que se casó con alguien de la nobleza y ahora diseña joyas (¿hay algún famoso que no diseñe algo?) decido que todo esto es demasiado para mí. Si las noticias políticas y económicas me agobian, más lo hacen las revistas del corazón, y eso que me he decantado por las refinadas en las que las Belenes Esteban no tienen cabida, pero, qué quieres que te diga, por más que busco no le encuentro la gracia a este género.
Para mi sorpresa, constato que no conozco a casi nadie. Pero no importa, me empapo de la actualidad rosa para estar al tanto de los vaivenes cardíacos. Me encuentro a los duques de Cambridge, una pareja que me deja bastante indiferente pero que, según tengo entendido, levanta pasiones; compruebo que a él le van creciendo la frente y la coronilla al unísono en detrimento del pelo, al tiempo que ella aprieta los dientes en cada fotografía de tal modo que me parece oír el chasquido de rotura, relájate un poco Kate. Parece ser que van a ser papás, enhorabuena. Me imagino que durante unos meses seguiremos las vicisitudes del embarazo de forma puntual. Y me pregunto si no se producirá un “overbooking” de herederos al trono británico habida cuenta de la longevidad de la actual monarca.
Unas páginas después me encuentro con el empalagoso tándem Shakira – Pique. Otros que amenazan con hacernos partícipes de su embarazo minuto a minuto. Glub. Sigo pasando hojas, en distintos “reportajes” dos señoritas, una rubia y la otra un poco menos, ambas muy altas, muy delgadas y muy monas pasean con sus hijos. Ni idea de quienes son, pero se ve que es muy importante la noticia. Incluso soy informada de que la menos rubia ha jugado en el parque con su vástago. La más rubia, en cambio, se limita a ir de compras.
Veo a Josemi Rodríguez-Sieiro (a él le conozco por el programa de Carlos Herrera) posando con una marquesa en no sé qué sarao en el que subastan algo. Sorpresa, se ha dejado crecer el pelo. También me cuentan que Kitín de Bulgaria (ni idea de quién es este señor) lleva un nuevo look. Pues bueno. Más páginas. Veo a una princesa rubia que posa junto al mar y a la hija de otra, concretamente de Carolina de Mónaco, que participa en un concurso hípico vestida de india (lo juro) y que llora porque su puntuación ha sido una birria. Hay jurados que no tienen corazón.
Varias hojas después, me encuentro con unas cuantas “casitas” de la duquesa de Alba, pero prefiero pasar página porque se me hincha la vena. Se supone que me estoy evadiendo, no me quiero indignar. Así que aterrizo en distintas galas benéficas, de premios, etc. en las que aparecen los mismos de siempre, haciendo lo mismo de siempre en esa cosa incomprensible para mi que se denomina photocall. No conozco a muchos de ellos, bueno, rectifico, no sé a qué se dedican muchos de ellos, aparte de posar en el photocall, tal vez eso es una profesión y yo no me he enterado. Veo a varios Bosé, a la tal Carmen Lomana, a un Ricardo Bofill que parece haberse multiplicado varias veces por si mismo, a una Ana Torroja que si no es porque leo el nombre debajo ni idea de quién es… buff ¡qué pereza! Como veo que no está la Pataky con su torsión imposible de cuello y espalda, me aburro y lo dejo.
Prosigo. Aterrizo en el enésimo reportaje sobre Audrey Hepburn, esto ya empieza a cansar. Veo varias fotos de la reina Isabel, parece ser que han editado un libro para celebrar el 60 aniversario de su llegada al trono (lo que te digo, y los herederos acumulándose). Curioso. En una foto de joven me recuerda a Amy Winhouse. Llego a una sección de moda en la que una señorita que, por lo que veo, domina muy bien el inglés, se afana en analizar varios vestidos para cebarse con sus defectos. También una experta en belleza, o algo así, nos cuenta lo bien que maquilla a las famosas y nos dice que Ana Obregón debería dejarse crecer las cejas (Sic.)
Después de leer esto y ver a una modelo que se casó con alguien de la nobleza y ahora diseña joyas (¿hay algún famoso que no diseñe algo?) decido que todo esto es demasiado para mí. Si las noticias políticas y económicas me agobian, más lo hacen las revistas del corazón, y eso que me he decantado por las refinadas en las que las Belenes Esteban no tienen cabida, pero, qué quieres que te diga, por más que busco no le encuentro la gracia a este género.
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