Tuve hace poco una surrealista conversación con una persona de mi familia, profesora de secundaria en un instituto público en la Comunidad de Madrid, por el tema de los recortes. Ella, a quien llamaré M, se quejaba amargamente de cómo iban a afectar las medidas anunciadas recientemente por el nuevo gobierno a los funcionarios de Educación. M tiene una fijación enfermiza con Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, algo bastante extendido, según he ido comprobando, y cualquier cosa que suceda es únicamente culpa de ella. Incluso los temas que no son de su competencia, da igual, la culpa es de “la Espe”.
Por supuesto su obsesión se hace extensible al PP en general. Estaba furiosa por el recorte del 10% que va a sufrir su sueldo. Solidarizándome absolutamente con su situación, tuve que recordarla que su posición es afortunada, puesto que no sólo conserva su trabajo, sino que muchas personas han sufrido una merma mucho más grande de su salario, por poner un ejemplo, en 2010 servidora tuvo que ver como sus honorarios tenían una reducción del 25%. Pero no la impresionó demasiado. Por no decir nada.
Por supuesto, el hecho de que en España se haya sobrepasado la cifra de cinco millones de parados no es algo que considere relevante. Esto me hizo recordar un mal muy extendido en nuestra sociedad y es la absoluta falta de solidaridad con los cercanos, eso sí, cuando hay una tragedia en la otra punta del mundo ahí sí que nos matamos y competimos por ver quién da más, pero al de al lado “ajo y agua”.
En un momento de la conversación, salió a relucir el nombre de Iñaki Urdangarín. Y aquí mi pasmo fue ilimitado, puesto que M reconoció que no estaba muy al tanto de lo que había hecho y no la interesaba lo más mínimo. Cuando la expliqué de qué se le acusa y lo que supuestamente ha hecho, siguió sin sentirse interesada. La recordé que el déficit que sufrimos, en gran medida se debe a la pésima gestión que ha vaciado literalmente las arcas públicas y que el señor Urdangarín, presuntamente, entre otros muchos delitos, habría recibido de forma ilícita jugosas subvenciones procedentes de organismos oficiales, es decir, de esas maltrechas arcas públicas. Por lo tanto es muy grave lo que ha hecho pues nos ha robado a todos, a M incluida. Mencioné, por si se conmovía, algunos dislates perpetrados por distintos organismos públicos que solo han valido para enriquecer a intermediarios o ejecutores del dispendio como la cúpula de la ONU de Barceló (20 millones) o la estación de Ave Requena – Urgel (más de 14 millones para una media de 40 pasajeros al día) o ese proyecto “fantasma” de unas majestuosas torres del avispado arquitecto Santiago Calatrava en Valencia (se dice que 15 millones, aunque el oscurantismo no permite conocer las cifras exactas).
Pues no, tampoco. La culpa es del PP, a ella no le importa lo que ha pasado anteriormente, no quiere saber cuáles son las causas de la crisis, ni quiénes son los culpables, por lo que tampoco considera necesario que rindan cuentas, por supuesto no tiene el más mínimo interés en saber cómo está afectando al resto de los españoles. Lo único que quiere es que el gobierno la devuelva ya mismo a la situación anterior a la crisis, sin verse afectada por el proceso que haya que llevar a cabo. Que agite una varita mágica y solucione todo en un abrir y cerrar de ojos. Que surjan de la nada unos cuantos billones de euros para llenar las arcas públicas y así todos tan contentos.
Esta discusión, de la que no saque gran cosa en claro, me preocupó puesto que no sé si el mal que aqueja a M es el egoísmo (sólo me importa lo que me pase a mí) o la decepción (ya me da igual todo), y me preocupa aún más saber que el de M no es un caso aislado y que muchas personas piensan de forma similar. Si nos da igual lo que nuestros gobernantes hacen (lo de menos es que sea el alcalde de un pueblecito, el presidente de una autonomía o el del país), si sólo nos preocupa que nos vaya bien a nosotros, estamos dejando el paso libre a pésimos gobernantes que podrán derrochar nuestro dinero, especular con él, enriquecerse a nuestra costa y hacer lo que les venga en gana con nuestra aquiescencia. Eso nos convierte en marionetas, pasamos de ciudadanos a consumidores. Pero a M le da igual, la culpa es de “la Espe”.
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