No siempre he estado de acuerdo con usted. Cuando estaba en la política activa, había cosas con las que me identificaba y otras con las que no, me resultaba imposible. Me gustaban, eso sí, sus maneras tranquilas y habitualmente correctas. Era agradable oírle, aunque no coincidiese con su criterio en muchos temas, por su forma suave de explicar las cosas, sin gritos, sin exabruptos, sin insultos, sin amenazas apocalípticas. Todo aquello queda muy lejos de lo de hoy.
No milito en ningún partido, nunca lo he hecho, ni siquiera simpatizo con uno en concreto. Me gusta escuchar las declaraciones de los políticos de las distintas tendencias y luego contrastar, con el paso del tiempo, la consistencia de lo que dijeron. Ahora, gracias a internet es muy fácil hacerlo. ¡Qué poquitos se salvan! La desmemoria y la desvergüenza caminan de la mano en el panorama político español.
Una de las cualidades que más valoro en las personas es la coherencia, la armonía entre lo que dicen y lo que hacen. Aquellas personas que viven en consecuencia con lo que predican tienen mi admiración, aunque no comparta sus ideas. Y eso es algo que resulta difícil de encontrar. Muchos de los que se dicen de izquierdas, son un claro ejemplo de incoherencia. No hay más que otear el horizonte público.
Cada cierto tiempo vemos a alguien conocido, forrado de millones, presumiendo de ser socialista o incluso comunista. ¿Se puede ser más contradictorio? Pero esto no parece que le llame la atención a nadie. Está socialmente aceptado. Cuando supe que usted había renunciado a la pensión máxima vitalicia que le correspondía como ex parlamentario, me emocioné, lo digo en serio.
En una clase política en su mayoría trincona y carroñera como la que sufrimos, con personajes que acumulan cargos, sueldos, dietas y pensiones como quien colecciona dedales o relojes, que alguien renuncie a ese trinque vergonzante me deja sin habla. Leí además, que usted había declarado que con la pensión que le correspondía como maestro tenía ya bastante. Entonces exclamé (y disculpe por la expresión): "¡Olé tus huevos!
La pena es que en este país esto no interesa. Yo me enteré por una de esas múltiples cadenas que llegan al correo; me sorprendió tanto que investigué la noticia. ¡Un político que renuncia a una pensión! ¡Imposible! Pero resultó ser cierto. Claro está que también pensé que, en este país, solamente un político podía hacer algo semejante: usted. No encontré grandes titulares, en ningún periódico. La noticia pasó de puntillas por los medios. ¿A quién demonios le importa la honestidad?
Le puedo asegurar que yo inmediatamente propagué la noticia, tanto por el correo como de viva voz y ¿sabe cuál fue la reacción de muchas personas?: ¡Qué tonto es! Ya lo ve, señor Anguita, en este país nadie valora la honradez, la coherencia. Aquí el que triunfa es el chorizo, en cambio la integridad, los valores, la ética… todos esos términos que pienso serían deseables e incluso exigibles en un político, no son aceptados por la mayoría de la gente. A muchas personas no les cabe en la cabeza que alguien renuncie al trinque, sea político, bombero o pescadero. Se lo puedo asegurar, señor Anguita, varios de los que dijeron que usted era tonto por renunciar a esa pensión son, o dicen ser, de izquierdas, incluso hay quien se declara “muy de izquierdas”.
Por lo visto usted no tendría sitio en la política actual. A usted no le tembló el pulso para rechazar su apoyo a un PSOE sumido en la corrupción hasta las cejas en los noventa, aunque eso hubiese significado su entrada en el gobierno, pero hoy eso es inaceptable. En política se pacta con quien sea con tal de adquirir una cuota de poder, aunque sea ínfima. Como decía mi abuela: “Ya que te lleva el diablo, que te lleve en coche”. No, señor Anguita, hoy usted no encaja en la política, afortunadamente, es usted demasiado honesto para ella.
Es lamentable comprobar que el político sin escrúpulos haya creado escuela y usted no. Este rollo que nos han vendido del estado del bienestar no es más que el bienestar del estado. Es una lástima lo de Rosa Díez, que intentó proponer algo parecido, pero tuvo el éxito que todos sabemos. Y es que aquí lo que prima es la máxima del Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. El grado de adaptabilidad a lo que sea de los políticos españoles es impresionante. Con tal de mantenerse en el poder, hacen lo que sea: pactan con quien sea, tragan con lo que sea… Eso es algo que no puedo imaginarme haciendo a usted. A mis ojos eso es algo que le honra.
Me despido de usted deseándole todo lo mejor. Aunque ganas me dan de reprenderle por el abandono en que nos ha sumido, entiendo sus motivos, es lógico. Le deseo mucha salud y, por encima de todo, deseo que alguna vez esta injusta sociedad en la que vivimos, reconozca su impagable aportación a la política: la coherencia.
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