Páginas

"No por ser muchos descubriréis la verdad, ni ahogaréis la razón porque gritéis unidos"

Rabindranath Tagore

jueves, 24 de noviembre de 2011

Veinte años sin Freddie Mercury

Hoy me he levantado melancólica y mustia. Me ha dado por pensar, y eso en mí, suele ser terrible. He recordado la efeméride. Han pasado ya 20 años ¡qué barbaridad! Recuerdo ese día como algo francamente triste. Para mí Freddie Mercury no solo era uno de los mejores cantantes de todos los tiempos, sino una personalidad única, irrepetible. Freddie no se parecía a nadie, solo a sí mismo. Era una amalgama de mil influencias que entremezcladas dieron un resultado prodigioso. Para mí casi era un ser no humano, rozaba la divinidad, pero ya ves, algo tan triste y terrenal como una enfermedad se lo llevó por delante.



Cómo habría evolucionado, musical y personalmente, de haber vivido, es una auténtica incógnita; se abre un infinito abanico de posibilidades si se quiere pensar en ello. Pero estoy segura de que seguiría en primera línea, tal vez en estos años habría tenido que reinventarse varias veces, pero para él eso no constituía ningún problema, muy al contrario, mudaba de piel siempre que quería o lo necesitaba y, aún tan distinto, no dejaba de ser él. No todos los artistas mutan con tanto éxito y sin perder su mismidad.
Quisiera saber qué pensaría el bueno de Freddie sobre esta época que estamos viviendo. Él era un avanzado, y por lo tanto, no siempre entendido. Cuando lucía esos modelos imposibles de los que tanto gustaba, era ferozmente criticado por su ambigüedad y exhibicionismo, incluso verdaderos amantes de su música no soportaban su imagen. Cosa que, por cierto, a él le traía al pairo; su glorioso narcisismo le hacía sobrevolar por encima de cualquier crítica. Bien por él. Ahora sería un auténtico líder estético, pero no tendría ningún valor, lo meritorio es lo de hace tropecientos años. O quizás en este ambiente de estilismos tan extremos, el vistiera de una manera sobria y discreta, sin tatuajes, ni piercings, ni metrosexualismos, a contracorriente, apartándose del rebaño para seguir siendo él.
En fin. Para qué pensarlo, si no se va a dar ese caso. A vueltas con mi nostálgico recuerdo, me doy cuenta de que antes yo era muy idolera (si me permites la expresión), pero que quieres que te diga, con los años se cambia. Adoraba a tal actor, a ese cantante o escritor o futbolista… mis intereses abarcaban un amplio espectro. No tenía ningún reparo en época, edad o aspecto físico.
El aniversario del fallecimiento de Freddie, me ha hecho recordar la muerte de otros dos de mis adorados (y añorados) ídolos como dos momentos sinceramente dolorosos de mi zigzagueante existencia: Cary Grant y Frank Sinatra. Sentía que el mundo no podía seguir adelante sin ellos, más concretamente que yo no podía seguir adelante sin ellos. Pero, ya ves, lo hice, claro que lo hice, siempre se tira hacia adelante. La vida siempre continua, pase lo que pase, es inmutable, indiferente a todo; ella va a lo suyo.
Aunque sí que es verdad que desde mi particular perspectiva, me pareció, me sigue pareciendo, que el mundo es un poco peor desde que ellos nos faltan.
Como antes te decía, cambié, ahora mis ídolos son, por decirlo de algún modo, más terrenales, más de andar por casa; gente en la inmensa mayoría anónima. Viendo el panorama que contemplan mis recientemente astigmáticos ojos, me he acabado cansando de figuras cortadas por el mismo patrón, personajes que parecen fabricados en serie: los mismos estilismos, idénticos tics, un panorama plano, nadie destaca por su singularidad, por un brillo especial. Da la sensación de que se han creado unos cuantos moldes y a partir de ahí se reproducen posibles ídolos (que triunfarán o no) y que te dejan una inquietante sensación de deja vu monocromo. Echo en falta el exceso colorista de Freddie, la elegancia innata de Cary y la fascinante personalidad de Frankie.
Pero esto es lo que hay, así que ya no me interesa tanto lo que se ve tras una pantalla, sino lo que veo por la calle, en el día a día. De vez en cuando algún personaje lanza un destello y, por un momento, capta mi interés, pero al poco tiempo, su actitud, o sus palabras, o su imagen, o todo ello junto delatan que, en el fondo, procede de alguno de esos moldes de fábrica de los que antes hablaba, así que… de momento paso.
Como decía Freddie en una de sus canciones: “There can be only one”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario