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"No por ser muchos descubriréis la verdad, ni ahogaréis la razón porque gritéis unidos"

Rabindranath Tagore

viernes, 7 de octubre de 2011

La boda de la duquesa

Bueno, pues ya hemos casado a la duquesa. Sí, digo bien: hemos. Porque ha sido prácticamente una cuestión de estado de la que, aún sin quererlo, se nos ha hecho partícipes a todos los españoles.
Si fuese cruel, que creo no serlo, aunque cada vez me estoy volviendo más mala, habría cedido a mi impulso inicial y habría titulado esta entrada: “Geriatric Park” o similar, también, si fuese cruel, haría un amplio y detallado comentario sobre el bailecito que se nos marca la señora y la sal que despliega el recién estrenado consorte, pero no lo haré, no soy cruel, pero lo acabaré siendo, y si fuese cruel, haría un repaso al vestido que luce la contrayente, pero voy a ser caritativa, porque soy anticuada y a mí me educaron en el respeto a los mayores, sólo por eso.

Portada de la revista Yo Dona
(17/9/2011) que se comenta por sí sola

Ni Agencia Moody, ni Trichett, ni Gadafi, ni los millones de parados, ni la corrupción,… nada de nada, aquí lo que verdaderamente nos tenía que quitar el sueño, lo que de verdad importaba es si la duquesa de Alba se salía, como siempre, con la suya o no. Hemos sido testigos y tomado parte de una pataleta ducal, el pulso que una octogenaria millonaria, que se quería casar con un señor funcionario más joven que ella, ha mantenido con sus hijos, este ha sido el tema estrella de los últimos tiempos. Curiosamente, España ha abandonado su habitual división en dos, derecha e izquierda, para dividirse en pro duquesa o cortesanos y anti duquesa o hartos de la señora y sus caprichos.
La prensa cortesana española sabe que al español no hay cosa que más le gusten que los tópicos, así que se dedica a acuñarlos con fruición, memeces sonoras que calan en el personal de una manera sorprendente a fuerza de repetirlas. Las aburridas alusiones a las “miradas de complicidad” de nuestros príncipes es un claro ejemplo, pero hay más que un día tal vez tengan su propia entrada en este blog. Así que la prensa cortesana decidió que el tópico de la duquesa iba ser que “se pone el mundo por montera”, que podríamos traducir como: esta señora ha hecho toda la vida lo que le ha dado la gana porque ha heredado un fortunón y se ha dedicado a complacer todos sus caprichos y a restregárselos en la cara a quien se ponga por delante. Un amigo, a raíz de la peliculita con la que nos regaló Telecinco sobre la vida de la susodicha, me hizo un comentario que me dejó helada. “La duquesa es una rebelde, porque su padre la obligó a casarse en contra de su voluntad” !!!??? Le pedí que me explicara su concepto de rebeldía puesto que no acababa de entenderlo. Para mí sí que habría sido una rebelde si se hubiera negado a casarse, con un par. Pero el tópico de la prensa cortesana ha calado y cualquier acto de la duquesa se toma como un acto de insurrección. No acabo de ver el mérito a una persona que hace lo que le da la gana porque se lo puede permitir. ¡Ahora va a resultar que la duquesa es un ángel del infierno!
Sinceramente donde los cortesanos ven actos de rebeldía, yo no veo más que caprichos de persona malcriada acostumbrada a salirse siempre con la suya sin que nadie se atreva a contradecirla.
Porque yo lo valgo...

Cuando se comenzó a marear la perdiz con los rumores de boda, los cortesanos incondicionales de la señora se pusieron de su parte, las voces críticas veían un claro interés pecuniario en el “novio”. Evidentemente el señor Díez iba a acceder a un nivel económico y social muy superior al que hasta ese momento ocupaba. Pero con ese reparto de herencia que rápido acalló las débiles protestas de los vástagos ducales, la fracción de los cortesanos se sintió ganadora: “¿Lo ves? ¿Ves cómo no era por dinero?” ¡Qué ingenuidad! Como si eso importase. Este señor ya ha entrado definitivamente en el ámbito del aprovechamiento mediático, en el cual simplemente por arrimarse a un famoso, el caché se dispara. Gracias a su boda, este señor, si quiere, podrá vivir como un verdadero duque vendiendo declaraciones, memorias y demás sandeces. Además, ya ha sido introducido en el círculo elitista al que la inmensa mayoría de los mortales no tenemos ni por asomo acceso. Podrá colocarse, si quiere, de figurín en cualquier junta administrativa de esas empresas poderosas y un tanto siniestras, por lo que recibirá interesantes ingresos por calentar una silla. O tal vez, si quiere, le dé por diseñar, alguna cosa, que sé yo, muebles, cortinas, zapatos, joyas… no hace falta saber hacerlo o tener un cierto gusto, lo importantes es estar dentro de ese círculo. No digo que lo vaya a hacer, sólo digo que ya tiene esa posibilidad.

Yo personalmente no habría dedicado ni dos líneas a este tema, porque para mí es un personaje que carece absolutamente de interés. El anacronismo del señorío feudal en pleno siglo XXI es algo que escapa a mi entendimiento, así que prefiero obviarlo antes que ofenderme e irritarme. Pero lo que sí me parece fascinante es la reacción de la gente de la calle, el desmedido interés que ha suscitado este, llamémoslo asunto nupcial.
El mérito de esta señora es haber nacido en el seno de una familia que acumuló riquezas y privilegios durante generaciones por donaciones y prebendas reales. Esa familia ha heredado algunos deberes, pero sobre todo derechos, que a día de hoy son totalmente injustos y desproporcionados. De acuerdo que ninguno elige la familia en la que nace, también de acuerdo en que esta señora podía haberse dedicado a dilapidar el patrimonio heredado pero en cambio lo ha cuidado e incluso aumentado. Me parece estupendo.
En este país teóricamente de izquierdas, progresista y democrático, con una tasa de paro que roza los cinco millones de personas, cinco millones de dramas individuales, lo que realmente importa, lo único que parece preocupar es que una terrateniente octogenaria ha decidido que la da la gana de casarse con un señor funcionario bastante más joven. Pan y circo. Y media España se emboba con la noticia y no piensa en otra cosa, media España decide que la soberbia es rebeldía y que la prepotencia es valentía. Y media España babea de gusto cuando ve a la terrateniente octogenaria marcarse unos esperpénticos movimientos espasmódicos que han denominado baile, con un regustillo a recochineo, ya que no hay cosa que más guste a quienes se creen por encima de los mortales que exhibir sus fastos ante la entontecida plebe.
Y a todo esto, los gobernantes que sufrimos se frotan las manos, porque no se habla de sus desmanes y torpezas. ¡Qué oportuno todo!
Pues bueno. Visto esto, empiezo a entender por qué este país es incapaz de salir del agujero en el que está hundido. Si esto es lo que realmente nos interesa y preocupa, lo lógico es que sigamos enlodados y por años.
Y mi enhorabuena a los ya esposos, ellos sí que se lo han sabido montar bien.

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