El cine español siempre parece estar en crisis. La piratería ha hecho un daño considerable, qué duda cabe, pero pienso que debe haber otra serie de factores que influyan en este declive. Se piratea, y mucho, el cine estadounidense y sin embargo no tiene tantos problemas de taquilla como el español. No soy quién para decir por qué otras personas no van a las salas de cine a ver una película española, puedo hablar de mí, que es el caso que mejor conozco. Aunque es verdad que entre mis conocidos hay auténticos fans del cine patrio, lo cierto es que son menor cantidad que los detractores.
Hay un factor muy a tener en cuenta en este rechazo y es el tinte ideológico que, en los últimos años, ha adquirido el cine que se hace en España. Muchos actores y directores han decretado que quien no ve cine español es de derechas. Por ejemplo, Vicente Aranda en el periódico El Público, el 22 de agosto de este año sentenció:”La derecha española se niega a ver cine español”. Como ya habrás adivinado, han establecido una regla por la que ser de izquierdas equivale a ser bueno, ser de derechas equivale a ser malo. Pero de derechas no es el que tiene esta ideología, no, de derechas somos todos aquellos que no pensamos exactamente, milimétricamente como ellos. Y yo ahora me encuentro con que soy de derechas porque no me gusta el cine español. Pues muy bien, ¡viva el reduccionismo!
Pero muchos españoles no vemos cine español no por ser de derechas, de izquierdas o medio pensionistas, simplemente y para resumir: no vamos porque nos parece muy malo, aunque hay excepciones, claro que sí.
Por otro lado, muchos actores (que suelen ser los mismos siempre), se limitan a gritar y a desnudarse; nunca he entendido muy bien por qué algunos actores, sobre todo los más jóvenes, creen que si gritan mucho actúan mejor. José María Rodero, aparte de ser un actorazo como la copa de un pino, tenía una voz preciosa, perfectamente modulada y solamente gritaba cuando era preciso. Pondré un ejemplo para explicar lo que digo. Durante todas las temporadas que duró, seguí fielmente el Internado, la serie de Antena 3. Si la has visto, sabrás de lo que estoy hablando. No quiero cebarme en ella, pero tomaré el ejemplo de Ana de Armas (Carolina), una chica muy mona, pero que superaba la barrera del sonido cada vez que abría la boca. O Jon González (Iván), que no perdía la ocasión de mostrarnos sus abdominales, viniese o no a cuento, hasta el aburrimiento. Por cierto, él también vivía en un puro grito.
Cada uno apela a lo que puede o quiere para atrapar al espectador; el cine español, salvo honrosas excepciones, que haberlas haylas, se decanta por apelar sobre todo a lo físico. A los instintos más primarios. Pues bueno, son formas de entender las cosas. Alguien decía una vez que se conocía mejor el cuerpo de Maribel Verdú que el de su mujer, me lo creo, a su filmografía me remito. Que no se me ofenda nadie, he dicho el nombre de esta actriz porque es el primero que se me ha venido a la cabeza (en este país siempre hay que estar pidiendo perdón por todo, ya sabes).
Otra argumentación que puedo dar es el tema económico. Ir al cine para ver una película española es muy caro, mucho. Para empezar las entradas de una sala de cine no son precisamente baratas, pero eso lo puedo admitir, son muchas las personas que viven del negocio, pero luego está el tema de las subvenciones. Efectivamente, las subvenciones que recibe el cine español las pagamos nosotros vía impuestos, directos e indirectos. Lo siento, no puedo con ello, me da la sensación de estar pagando dos veces. Es decir, me guste o no el cine español, tengo que pagar, pero si además quiero ir a ver una película, tengo que pagar otra vez más. Si luego, la película no me gusta, siento que he sufrido un atraco a mano armada, y a esto he de añadir que en muchos pueblos españoles, como es el caso del mío, no hay cines (en mi pueblo cerraron los dos que había porque no iba nadie), así que además he de añadir el plus de un desplazamiento a otro pueblo. El cine más cercano a mí queda a 20 kilómetros.
Un argumento muy utilizado por los defensores a ultranza del cine español es: “A mí la declaración me sale a devolver, así que no pago nada”. Seré buena, vamos a pensar que hay gente que es un poco ingenua. Existe una cosa que se llama impuesto indirecto que pagas sí o sí. ¿Has oído hablar, por ejemplo, de una cosa que se llama IVA? Pues eso. ¿O es que estás exento de pagarlo? Mira que lo dudo. Otros dicen: “Bueno, también mis impuestos van a la Iglesia y yo no quiero y no lo puedo impedir”. Si, pero hay una pequeña diferencia, y es que la mayor parte de ese dinero que se da a la Iglesia, sirve para el mantenimiento de patrimonio histórico artístico (arquitectónico, pictórico y escultórico) y, lo que es más importante, para acción social. Por favor, informémonos. Yo estoy en desacuerdo con muchas cosas de la Iglesia, especialmente en lo referente a la parte alta de su jerarquía, pero eso no impide que reconozca que están atendiendo a muchas personas que no tienen ninguna o muy escasa cobertura social. Sería bueno que empezásemos a dejar de lado los prejuicios ideológicos: visita los comedores sociales de la Iglesia, vete a las oficinas de Cáritas o de cualquier parroquia de barrio o de pueblo y pregunta, no sólo a los que atienden, sino a los que son atendidos. Cada vez conozco más casos muy cercanos a mí de gente que sin el sustento de la Iglesia estaría viviendo en la calle. Pero claro, esto es algo que no se dice. No mola nada. Perdón por desviarme del tema.
Y luego está un pago añadido, que empeora más aún la cuestión económica ¿te suena eso del canon digital? Ese impuesto que nos obligan a pagar basándose en la presunción de delincuencia del consumidor, al comprar cualquier consumible. Bueno pues resulta que rectifico lo dicho anteriormente, no siento que pague dos veces, sino tres.
Creo que esta obsesión por hacer pedagogía ideológica, unida a los argumentos que antes he mencionado, ha hecho bastante daño al cine español, puesto que muchas personas temen que si van a ver una película española, van a tener que soportar un panfleto político, una sesión de gritos, exhibiciones para que comprobemos los resultados de las maratonianas sesiones de gimnasio de los actores de turno y, todo ello, pagado a un precio muy alto. Lo que conlleva que se decanten por películas de otra nacionalidad. Y es una pena, porque todo el cine español pierde, incluidas aquellas películas que no caen en esos fallos, que las hay, y que son buenas o muy buenas, pero dejan de verse… por si acaso. Como mucho, tiempo después, se piratean en internet y ya está. Lo siento, esa es la cruda realidad.
Y un último apunte, si los que no vemos casi cine español somos de derechas, y en España hay millones de personas de izquierdas, o que dicen ser de izquierdas, ¿cómo es posible que esos millones de fieles seguidores de la izquierda no llenen los cines? Realmente este argumento no se sostiene, ¿no? Piensen un poco, señor Aranda y compañía, tal vez estén haciendo algo mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario