Hoy me apetece hablar de Pedro Almodóvar, pero como director, no como el lenguaraz personaje público que a veces se nos muestra; eso lo dejo para otro día, que también da para mucho. Todo esto viene a raíz de unas imágenes que he visto recientemente en televisión y que me dejaron absolutamente epatada.
Contemplo con estupor como Angelina Jolie, cual fan enfervorecida, interrumpe la conversación de Pedro Almodóvar con algunos periodistas que se habían congregado en un evento organizado para los candidatos a los premios Globo de Oro a las películas extranjeras. Con un increíble desparpajo, y mientras chupa cámara sin pudor, aprovecha para pedir un papel al director español.
Mi alucine crece más aún cuando, como buenamente puede, Almodóvar recoge el guante y trata de mantener un cierto diálogo en inglés con la Jolie, entonces ésta parece que, una vez logrado sus segundos de cámara, ha perdido por completo el interés en él, pero Almodóvar, que es muy suyo, la retiene explicando que ya se conocieron antes y blablabla.
Mi alucine crece más aún cuando, como buenamente puede, Almodóvar recoge el guante y trata de mantener un cierto diálogo en inglés con la Jolie, entonces ésta parece que, una vez logrado sus segundos de cámara, ha perdido por completo el interés en él, pero Almodóvar, que es muy suyo, la retiene explicando que ya se conocieron antes y blablabla.
El surrealista encuentro, me lleva a pensar en la falta de espontaneidad que muestran, generalmente, los personajes públicos, principalmente los actores. Crean en mí la sensación de que cada gesto, cada palaba, cada cosa que hacen se somete previamente a estudio y a cálculo de impacto mediático. Que absolutamente nada se deja al azar. Que la improvisación es, ni más ni menos, una actuación más, que cada frase ingeniosa fue creada para convertirse en titular. Sí, ya sabes que soy muy mal pensada.
Luego viene la parte más divertida. Después del “ataque” al director, Angelina Jolie regala a los medios con una retahíla de tópicos sobre el cine almodovariano a propósito de su última película “La piel que habito”, algo así como: "es una de las obras más inusuales, originales y audaces que he visto en mi vida" “Se ve que no hay nada que le bloquee y que le haga pensar cómo se van a recibir sus obras. Tiene la libertad de dejarse llevar e intentarlo todo y es tan creativo y tan valiente que no puedes evitar sentirte inspirada por él. Estoy muy inspirada por él".
Pero no me quiero desviar del tema. Reconduzco mi pensamiento. El calificativo de valiente parece ir unido indisolublemente a Pedro Almodóvar. Y no acabo de entender muy bien por qué. Hubo un tiempo en el que sus películas presentaban argumentos y personajes totalmente novedosos a la vez que transgresores. Era algo no visto hasta entonces, rompía con muchos tabúes de forma rotunda, puesto que diseccionaba temas que antes nadie se había atrevido a tocar y lo hacía de un modo directo, sin almíbares, aunque envuelto, eso sí, en un papel celofán multicolor.
Pero era otra época. La sociedad de entonces era más apocada, más timorata y por eso el cine de Almodóvar escandalizó. Ha llovido mucho desde entonces y lo que antes nos impactaba, ahora nos produce indiferencia, puesto que nuestras pupilas y oídos se han acostumbrado a ello y no le damos mayor importancia. Sin embargo, las películas de Almodóvar siguen recreándose en los mismos temas, se han anclado en esa trasgresión social de la España de la transición y, francamente, lo que en su día fue audacia ahora es rutina. Da la sensación de que sigue rebelándose contra una sociedad que ya no existe, que siguió su evolución natural mientras que él se ha quedado atrapado en la época de la llamada Movida Madrileña.
Desde hace unos años, sus películas me producen la sensación de un intento de espantar sus propios fantasmas personales a manotazos, la necesidad que tiene una persona de sacar hacia fuera sus miedos, fobias y obsesiones para, al exponerlos públicamente, tratar de exorcizarlos, pero que al mismo tiempo, al recrearse una y otra vez en ellos, los retiene y no logra alejarlos.
Sinceramente veo en él a un contador de historias fabuloso, que puede atraparte en una trama y que dota de gran fuerza a sus personajes. Pero al seguir recreando sus películas con los mismos clichés y un histrionismo anacrónico y bastante forzado, la película me lleva al adormecimiento por lo previsible y lo reiterativo. Es como dar vueltas en círculo sin llegar a ninguna parte, empeñándose en recorrer el camino ya trillado una y otra vez.
Por supuesto es una apreciación totalmente personal. Los seguidores a ultranza de Almodóvar son legión y me parece muy bien, cada cual tiene su gusto y eso es bueno. También somos muchos los críticos con su cine, yo lo soy por muchos motivos, principalmente por los arriba expuestos y otros que ya apunté en su momento en una entrada que dediqué al cine español en la que reflexionaba sobre el escaso público que tiene.
Intento ser consecuente conmigo misma y por eso, antes de criticar algo, intento informarme. Así que, a pesar de la pereza que me daba, me obligué a ver “La piel que habito” y tengo que decir que pocas veces me he aburrido tanto con una película, no me impactó, ni tampoco me sorprendió puesto que la intriga principal (que no mencionaré por no chafársela a quien aún no la haya visto) queda en evidencia enseguida.
Así que donde Angelina Jolie ve audacia y originalidad, yo no veo más que lo mismo de siempre, incluso menos, puesto que ese sentido del humor tan característico que hace más llevaderas sus películas no aparece por ningún lado.
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