En esta época que vivimos, la cantidad de información que recibimos a veces sobrepasa la tasa permitida para que no se obnubile mi entendimiento. La sobredosis de Urdangarín ha sido sustituida por la de Garzón. Y me pasa que, tantos datos y tantas opiniones, hacen que “los árboles no dejen ver el bosque” y casi olvido la causa real por la que se le está juzgando perdida en un mar de comentarios que, como las ondas en el agua, a medida que se alejan de su centro, van difuminándose.
Bien mirado, no tendría que mayor relevancia el caso, si no se tratase de quien se trata. Teóricamente se juzga a un juez que ha hecho un uso indebido de una ley. El juicio debería servir para dilucidar si esto ha sido así o no. Simplemente eso.
Pero Garzón es un personaje que, a mi entender, tiene dos pasiones: la política y las cámaras, no necesariamente por este orden. Y aquí es donde comienza la complicación. Entre la mala leche que nos gastamos los españoles y la vena cainita que subyace en la sociedad, el lío está servido. Y el juicio se ha politizado a la vez que mediatizado.
Defensores a ultranza de Garzón esgrimen el manido argumento del victimismo. Según ellos, es una caza de brujas por sus ideas políticas. Por eso ya han decretado que la sentencia, sea la que sea, será injusta pues se juzga a Garzón por ser un juez que se ha implicado en causas muy comprometidas. Es decir, que este juicio es una excusa para castigarle por su trayectoria. Delirante.
Luego están los anti-Garzón que también olvidan, como los pro, que lo que se está juzgando no es la carrera judicial de Garzón, sino un hecho puntual en un caso concreto. Así que, si la sentencia no es de culpabilidad, verán una mano negra que protege al omnipresente juez. Igualmente delirante
Como puede verse, pase lo que pase, la polémica está servida. A mí personalmente no me cae nada bien Garzón. No me gustan sus maneras prepotentes ni su desmedido afán de protagonismo. Me parece mal que un juez, al que se le debería presuponer imparcialidad, actúe de una forma tan marcadamente política, para refrescar la memoria, este señor se presentó a unas elecciones generales por un partido político. Pero, en cualquier caso, me gustaría pensar que lo que se está juzgando es simplemente un acto concreto, y no su carrera profesional y sería deseable que el perenne enfrentamiento que existe en este país entre dos formas de pensar distintas, fomentado hasta la nausea por los medios de comunicación, frenase y que fueran los jueces los que hablasen sin condicionamientos de ningún tipo.
En este país en el que, por lo que veo hay aproximadamente unos 40 millones de expertos en medicina, economía, leyes, etc. a juzgar por lo que oigo y veo, no estaría de más que se dejara a los verdaderos profesionales ejercer como tales. Pero me temo que esta es una de mis muchas utopías.
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